Hace unos años empezamos a escuchar hablar de huertos urbanos e incluso e la posibilidad de convertir nuestra terraza o balcón en un pequeño huerto familiar. Parecía una moda que, tarde o temprano, llegaría a su final pero por ahora ese final parece quedar muy lejano ya que son cientos de personas las que, diariamente, se suman a esta tendencia cultivando sus propias hortalizas y frutas con la ayuda de los bioestimulantes agrícolas.
Los bioestimulantes agrícolas se encuentras entre los productos más antiguos que se vienen utilizando en la agricultura. Siempre ha existido la necesidad de estimular el crecimiento de las plantas para aumentar los rendimientos y, tanto más ahora que hablamos de pequeños huertos de uso familiar ya que cuanto antes crezca una planta y podamos recoger su fruto, antes podremos plantar una nueva simiente o empezar con un nuevo periodo de cultivo.
Si una familia se abastece de pimientos recolectados de un pequeño huerto casero que tienen instalado en la terraza, habrá más posibilidades de no tener que recurrir a la compra de este producto cuanto más rápida sea la recolecta y, por tanto, su crecimiento. De ahí la necesidad de estimular el crecimiento de las plantas.
Los bioestimulantes agrícolas son complementos nutricionales y protectores de los cultivos. Además, ayudan a abordar algunos de los desafíos más importantes a los que se enfrenta la agricultura mundial en los próximos años. Un ejemplo destacable es la alimentación de una población en crecimientos que requiere de aumentos en los rendimientos de cultivos, los cuales pueden ser fomentados pos bioestimulantes. Por otro lado, aumentan la tolerancia de las plantas frente a efectos adversos de estrés abiótico, ayudando a proteger y mejorar la salud del suelo, fomentando el desarrollo de microorganismos benéficos del suelo.
Investigación y Colaboración
Las empresas que los desarrollan, a menudo llevan a cabo su investigación en colaboración con universidades e institutos de investigación independientes ya que su desarrollo favorece la economía y la protección del ecosistema.
Una de esas empresas es Cultifort, quienes apuestan por la excelencia química en los productos logrando formulados de riquezas muy elevadas con gran estabilidad y asimilación, así como por la aplicación del máximo rigor en todos los procesos de la compañía. La empresa cuenta con programas de investigación (I+D+I) internos y en colaboración con universidades e institutos de investigación españoles gracias a los cuales consiguen productos de gran calidad como estos bioestimulantes agrícolas que mejoran el desarrollo de las plantas incidiendo en sus diferentes estados metabólicos: brotación, floración y fructificación.
En sus inicios, el uso de estos productos estaba reservado al agricultor profesional pero, debido a la gran demanda particular a raíz del aumento de aficionados al huerto urbano, estas empresas empezaron a vender bioestimulantes al por menor desde diversas superficies como Leroy Merlín Jardín o desde su propia página web.
Hoy podemos decir que los bioestimulantes agrícolas están en el corazón de las tecnologías innovadoras “verdes”. El desarrollo de un bioestimulante agrícola comienza por observar las plantas y sus ecosistemas, para luego llevar a cabo investigaciones rigurosas para descubrir nuevos compuestos bioactivos, para identificar a los microorganismos beneficiosos y para entender cómo las sinergias proporcionan efectos más fuertes que cualquier sustancia simple o microrganismo que trabaja solo.