El siglo XXI ha puesto todavía más de manifiesto que el XX la importancia de saber idiomas. La sociedad globalizada en la que vivimos en la actualidad nos obliga a estar en permanente contacto con personas de diferentes países y culturas, que normalmente hablan un idioma diferente al nuestro y con las que a pesar de ello nos conviene relacionarnos.
Aunque suele darse como válido el dicho que asegura que sabiendo inglés podemos ir a cualquier sitio, es necesario poner el foco sobre la no literalidad de dicha afirmación. Es posible que aquellas personas con las que queramos relacionarnos no sepan inglés y también es posible que nosotros no sepamos hablar su idioma. Es entonces cuando nos damos cuenta de la importancia y la utilidad de una persona que nos haga las veces de traductora, algo que en el mundo empresarial es completamente indispensable.
Corría el año 2012 cuando ascendí al cargo de Director en mi empresa, una de las mejores fabricantes de chocolate de toda España. Ese ascenso suponía todo un logro para mí puesto que había estado peleando por ese puesto durante los 10 años que llevaba trabajando en la fábrica. Llegaba la hora de la verdad y creía estar preparado para desempeñar un cargo como el que en ese momento me correspondía. A tal efecto, sabía varios idiomas: inglés, francés, alemán e italiano.
Me sentía muy seguro. Convencido de que no iba a tener ningún problema a la hora de llevar a cabo las relaciones con mis proveedores y clientes. No obstante, el destino me preparaba una gran sorpresa. Y es que una cadena de tiendas rusa contactó con nosotros para realizarnos un pedido. Ninguno de los trabajadores de la fábrica sabíamos hablar ruso y, por tanto, necesitábamos los servicios de un buen traductor si no queríamos perder una oportunidad de oro como la que se nos acababa de presentar.
Había escuchado hablar de una compañía llamada Jti, especializada en este tipo de traducciones juradas que destacaba por la gran cantidad de idiomas que dominaban entre todos sus trabajadores y por estar éstos avalados por el Ministerio de Asuntos Exteriores. Según me habían comentado, el servicio era extraordinario y eficaz y este fue el principal argumento para contactar con ella y explicarles nuestra situación y el tipo de servicio que nos hacía falta.
Desde Traductor Jurado nos aseguraron que no tendríamos de qué preocuparnos. Atenderían a nuestras peticiones en el menor tiempo posible y nos ayudarían a mantener el contacto con nuestro cliente ruso sin el menor problema. Teniendo en cuenta la potencia comercial de un país como el ruso, estábamos seguros de que la confianza de aquel cliente nos reportaría muchísimas ventajas, más incluso de las que nos podríamos imaginar.
Ampliando horizontes
La comunicación con la cadena de tiendas rusa no podía ser mejor y más fluida. El encargado de comunicarse conmigo y yo nos convertimos en algo más que empresarios; comenzamos a ser amigos. Tal y como habíamos pensado de antemano, la relación con ellos nos traía muchas ventajas en forma no solo de un aumento de las ventas, sino de una gran reputación entre clientes y particulares rusos y de demás nacionalidades, como checos o eslovacos.
Como consecuencia de esta mayor internacionalización, nos veíamos obligados a mantener el contacto con otro tipo de clientes cuyos idiomas no dominábamos. No obstante, ya no nos preocupaba dicha situación: en ese momento contábamos con los servicios de un buen equipo de traductores que nos facilitaban las cosas una auténtica barbaridad. No nos cabía duda de que detrás del éxito que protagonizábamos se encontraba la labor de una empresa como Traductor Jurado.
Y es que, en la actualidad, es justo decir que buena parte de los beneficios que obtenemos la conseguimos gracias a clientes cuyo idioma no dominábamos pero con quienes mantenemos una buena relación gracias a nuestros intérpretes. Continuar en el camino marcado hasta ahora es la clave para seguir sumando y conquistar la rentabilidad en un negocio como el nuestro.