España es un crisol de culturas, productos y pensamientos. Ahora bien, luego cada lugar se puede especializar en algo en concreto. Por ejemplo en Villaviciosa sabemos que es la ciudad de la sidra. Sabemos que Elche es la ciudad del calzado. O que para comer el mejor pulpo del mundo tienes que acudir a Carballo. Pues bien, nadie duda de que la ciudad del turrón en España es Xixona. Y es que siempre sale de corrido: “el turrón que sea de Xixona”.
Leyendo la web de turismo del Ayuntamiento de esta localidad, podemos saber que la fabricación de turrón tiene un origen antiquísimo, pero su producción en Jijona está documentada desde mediados del siglo XVI. Desde comienzos del siglo pasado y, sobre todo, desde la década de los 40, con la industrialización de su producción, pasa a sustituir, junto con el helado, a la agricultura como motor de la economía. En la actualidad, las fábricas turroneras se han agrupado mediante la creación del Consejo Regulador de Jijona y Turrón de Alicante cuya producción supone casi el 60% del total de la producción nacional y con un importante volumen de exportación.
Sin embargo, a nosotros lo que nos gusta contar son esas historias que hay alrededor del turrón.
Una historia con mucho turrón
Y es que en cada familia de Xixona hay una bonita historia turronera que contar. Y una de las más emotivas es la de la familia Adelia Ivánez porque aquí lo curioso es que el famoso turrón de Xixona se desplazó unos cuantos kilómetros al norte.
Y es que son nada y más y nada menos que seis generaciones. En este caso fue con el bisabuelo Miguel Galiana, pionero de esta relación, quien en torno a 1850 dio el paso de cargar su carro repleto del producto estrella de esta tierra y trasladarse 800 kms al norte para comercializarlo durante las semanas previas a la Navidad. Sí, como lo oyes no dudó en desplazarse desde Xixona hasta Bilbao. La ubicación elegida fue el actual Casco Viejo, y concretamente el portal número 12 de la calle Correo, también alternado con otro portal en la calle Bidebarrieta. Un portal donde más tarde se instalaría la turronería Adelia Iváñez.
¿Podría un turrón del sur de España triunfar en el norte? Pues está claro que sí. Es más fue todo un pionero, ya que el éxito cosechado valió para la llegada de nuevos turroneros a Bilbao. Así, la presencia de la figura del turronero alicantino en la ciudad durante las fiestas navideñas – hubo años en los que se llegaban a concentrar hasta 15 comerciantes – llegó a convertirse en una muy popular y entrañable tradición.800 kilómetros unidos por el producto más típico de la Navidad.
Como curiosidad, las inundaciones de agosto de 1983 alteraron la tradición de la venta en tan singular espacio, de tal forma que a partir de las navidades de ese año, los Iváñez se vieron obligados a abandonar el portal – que no el edificio -, trasladando la venta al piso primero, que hasta entonces había hecho las funciones de almacén. Vamos que tocaba reinventarse.
En 2003 se une de forma definitiva Iván –o lo que es lo mismo la quinta generación de la familia – , y que ya apuntaba “maneras” desde muy pequeño, continuando en el piso de Correo 12.
Una tradición
Todo el mundo de Bilbao recuerda la venta en el piso, ya que era “especial, agradable, divertida”, tanto para los vendedores como para los clientes, que ordenadamente hacían cola en las escaleras del edificio para comprar el turrón Adelia Ivañez y otros productos, y a quienes en ocasiones se les regalaba con una degustación para hacer más llevadera la espera. Unos tiempos que ya no volverán.
Ahora se encuentran en un coqueto local de Correo 12, donde esta Turronería se hace visible la amplitud de surtido que es ya nuestra seña de identidad. Así, la más variada gama de turrones (elaborados en la misma Cooperativa de Xixona que fundó el abuelo Eladio Iváñez Coloma) se ve acompañada por todo tipo de polvorones, figuritas de mazapán, frutas confitadas, chocolates o cavas y licores, entre otros productos. Y es que cada vez llega a más gente.
¿Qué te parecen estas historias? Y es que detrás de cada tableta de turrón hay años y años de trabajo, de ilusión y de esfuerzo. Generaciones de familia que han tratado a una materia como una obra de arte. No hay duda de que Xixona es la tierra del mejor turrón.