A pesar de que vivimos en un mundo global, todavía existe gente que ve en la diversidad étnica y cultural un auténtico peligro. España es todavía un país en el que existe racismo y, aunque desde la Administración Pública se trata de combatir el problema mediante un buen número de políticas, sigue resultando necesario que apostemos por la educación para atajar el problema por la raíz.
Y es que la educación es clave en un asunto como éste. Los y las jóvenes son la sociedad del futuro, y por ende es necesario explicarles que no hay ningún problema en que personas con otras culturas, lenguas o religiones convivan con nosotros. Si conseguimos triunfar y hacerles comprender esta idea, recogeremos unos frutos de los que sentirse orgullosos. Estaremos previniendo una sociedad discriminatoria y, probablemente, estaremos contribuyendo a evitar casos de ‘bullying’ en las aulas.
La profesión de profesor, que ejerzo desde hace aproximadamente una década, deja buenos y malos momentos. Esos malos momentos tienen que ver con casos como los que comentaba anteriormente. El racismo y el ‘bullying’ son verdaderos peligros también en las aulas y, ante la inacción y el pasotismo de algunos padres y madres, somos nosotros los que tenemos que ponerle remedio y algo de cordura al asunto.
Todavía recuerdo el caso de un antiguo alumno, Sahid, un saharaui que llegó a España precisamente el año en el que aprobé la oposición y comencé a trabajar. Se trataba de un chaval de apenas diez años, que sabía solo un poco de castellano y que acudía a clase siempre con la mejor de sus sonrisas y con inmensas ganas de aprender nuestro idioma y nuestra cultura.
Por desgracia, Sahid empezó poco a poco a perder las ganas de venir a la escuela. Y no porque no le gustara, sino porque la actitud de varios de sus compañeros no ayudaba en absoluto. Tras un par de meses, eran muy pocos los que le admitían en su grupo de amigos. Para colmo de males, era objeto de bromas, de chistes e incluso de agresiones físicas. Esta situación era inadmisible y, en cuanto me enteré de todo, me encargué de que todos los que habían sido partícipes de las agresiones se marcharan expulsados del colegio durante un mes.
En este tiempo intenté reflexionar y ver en qué había fallado como profesor para que esto ocurriera en clase. Me di cuenta de que apenas había hablado con los chavales acerca de respeto, de diversidad, de educación por quien era diferente. Por eso comencé a pensar de qué manera podría solucionarlo y llegué a la conclusión de que un libro sería la alternativa adecuada. Un libro que hiciera ver a los alumnos que en el respeto está la clave de una convivencia plena y feliz.
Ediciones Aljibe: especialistas en la cuestión
Buscando en diferentes bibliotecas no había dado con un verdadero libro que supiera que los muchachos fueran a disfrutar al mismo tiempo que comenzaran a entender las claves de esa convivencia. Fue entonces cuando Ediciones Aljibe se reveló ante mí como la solución adecuada. Su filosofía, ese respeto por la diversidad que yo también defendía, me aseguraba encontrar publicaciones más que interesantes para erradicar el problema que existía en clase.
Además de encontrar un pequeño cuento que podría aportarles multitud de datos y despertar nuevos sentimientos, yo compré otra publicación llamada Mediación intercultural en contextos socio-educativos que pensaba que me sería de ayuda a la hora de gestionar este tipo de temas y a la hora de tener que actuar sobre ellos.
En cuanto los chavales regresaron tras su expulsión, les hice leer el cuento y mantener un serio debate al respecto. Creo que aquellos días en los que estuvieron apartados de la clase y en los que tuvieron que leer por primera vez algo relativo a la discriminación o al ‘bullying’ les sirvieron de mucho. Comenzaban a comprender el porqué de nuestros reproches.
Por su parte, Sahid me dio amablemente las gracias y desde entonces logró socializarse perfectamente. Hoy en día, aun cuando ya no es alumno mío, viene a visitarme para darme las gracias. No hay de qué, Sahid.